Paco Bello | Iniciativa Debate | 23/09/2012
Voy a intentar destaparme, más que para comunicar ideas, para poner en orden las mías, porque es muy complicado mantenerse firme en las convicciones. A ver si soy capaz.
Tengo dudas, muchas dudas sobre todo. Siempre las he tenido, e imagino que a estas alturas no voy a cambiar. Tanto he llegado a considerar normal no estar seguro de nada, que hasta me he vuelto desconfiado con todo el que está plenamente convencido de algo complejo. Será cuestión de carácter, pero a todo le doy vueltas porque se me aparecen mil variables hasta sobre lo más nimio.
En todo este asunto del 25-S (cómo no), me han visitado los demonios y hasta sus primas. He querido valorar todos los riesgos y todos los objetivos y razones que me mueven a secundarlo. Y desde luego, sé que no he sido capaz de lograr una conclusión firme, pero al menos sí una que me puede valer.
Parece mentira, pero de lo que me he dado cuenta es de que también yo tengo miedo. Y más después de ver cómo han ido a por luchadores como Antonio López y las compañeras y compañeros implicados en toda esta movilización. Me he sentido inseguro tras comprobar que este Estado es capaz de admitir a trámite juzgar un pre-crimen. He visto como el TOP volvía con crudeza a las andadas y se saltaba toda lógica, ética y Derecho, y eso me asusta. No es fácil asimilar que también se pueda no solo acabar con el Derecho de Reunión, sino también con la libertad de expresión al detener a personas por desplegar una pancarta (todo lo demás que han dicho desde el poder es mentira, aunque nos sintamos mejor y más aliviados creyéndoles).
Pienso que es sencillo perder la orientación estando inmersos en el vórtice de la sinrazón. Puede ser hasta lógico que seamos incapaces de entender la magnitud de la perversión cuando todo es tan rápido y cuando no nos da tiempo a asimilar la cascada de sucesos. Es natural que nos acostumbremos a asumir la degeneración de un sistema, porque su destrucción es cadenciosa y sus efectos no siempre se perciben de inmediato. Pero aunque como ya he dicho, al menos yo no sea capaz de asimilarlo todo, y aunque por ser una persona normal, con miedo a perder también mi rutina cotidiana, esté agarrotado; lo que más miedo me da es convencerme de que puedo no implicarme y no hacer nada.
Sé que me expongo y que puede que si esto va a más, también yo acabe imputado de un delito que no he cometido, y sé que si no se logra nada, me lo coma yo todo. También sé que siendo así, la gente seguirá con su vida y no se acordará de los y las que decidieron exponerse. Pero me da igual, esta vida es muy insípida sin dignidad y viendo como todo se desmorona alrededor. Me gusta estar con mi hijo y mi pareja, pero no puedo abstraerme de un entorno que más tarde o más temprano me va a salpicar directamente, y en el que los que ahora son niños tendrán que crecer.
Perdón, porque me estoy apartando del objetivo de este texto. Quería definirme entre ruptura o reforma.
Si todo lo anterior, y todo lo que estamos viviendo no fuera lo que es, apoyaría una reforma, basándome en la hipotética posibilidad real de acometerla. Pero es obvio que eso no es posible. Todo lo que apunte hacia esa alternativa es un brindis al sol. En los últimos 25 años, lo único que hemos visto es la destrucción del modelo de convivencia ¿por qué iba a ser ahora precisamente en su apogeo, distinto? ¿Si hubiera alguna intención de hacerlo no lo hubieran comenzado ya? ¿No nos damos cuenta de que esa decisión depende de los mismos que están a los mandos de la máquina de demolición? ¿No vemos que no van a dejar de estar al mando si no se les echa?
Y ojo, porque se ha destruido todo mientras muchas personas prácticamente anónimas dedicaban su vida a proponer reformas positivas. Y ya vemos los resultados.
¿Qué ha hecho que algo como el 25-S tenga éxito de difusión alternativa y seguimiento? ¿No habrá sido precisamente el carácter rupturista que le ha impreso Plataforma ¡En Pie!?
Tengo, si bien no la certeza, sí la intuición, de que hay mucha gente que sabe que los cimientos del edificio están podridos por la nepotimosis, y de que no cabe su reforma. Creo que somos muchos los que sabemos que hay que cavar, sacarlos y empezar uno nuevo, pues el viejo no tiene salvación. Y no creo que nadie puede ver una amenaza en ello. Para ver algo pernicioso hay que ser parte de la enfermedad que corroe las entrañas del edificio. Máxime cuando para poner ladrillos en la nueva construcción también se cuente con esas partículas (no dejan de ser parte de la estructura), pero partiendo de la soberanía de un pueblo, donde los albañiles, voceros y arquitectos sean 46 millones, y no los peones de unas pocas familias.
La ruptura es la menos destructiva de las propuestas. No se pide nada que tenga que alarmar a nadie o que pueda ser denunciado. Se pide precisamente lo más justo: que decidamos todos sin demagogias del tipo: “el pueblo ya es libre para decidir cada cuatro años”.
No hará falta explicar otra vez que no votan las personas: votan los medios de comunicación de los que mantienen el podrido sistema. No hará falta explicar otra vez que los partidos políticos están dominados por intereses económicos y pactados desde la “modélica transición”. No hará falta decir que los programas de campaña no son vinculantes y se pueden incumplir con total libertad e impunidad. No hará falta decir que no hay separación de poderes y que la justicia es tan corrupta como el Ejecutivo y el Legislativo. No hará falta decir nada de eso, pero por si acaso, queda dicho.
Con todos los riesgos que los que tienen secuestrado el poder puedan hacer efectivos, el mayor peligro es no hacer algo práctico. Es ver cómo el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España, y que vamos a pasar de 1,5 millones de personas comiendo de la caridad a 2, y que vamos a pasar de 5 millones de parados a 6. Y también que vamos a regalar los pocos derechos que nos quedan hasta convertirnos en los esclavos más baratos del mundo.
Lo dicho, con todos los riesgos, y todas las dudas y miedos, apostaré por la única opción que tiene alguna mínima posibilidad: la ruptura. Hay que ser irresponsables por pura responsabilidad, y que sea lo que tenga que ser, menos lo que es ahora.
El martes estaré en Madrid para empezar a sacar escombros. Si tú también crees que es necesario, nos veremos allí.
¡En Pie!
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